La trampa sentimental

Ulises y las sirenas (1909), Herbert James Draper

El reciente conflicto en Cajamarca con todo lo que este implicó, pero sobre todo con las muertes ocurridas, desató en las redes sociales un fenómeno que llamó mi atención; de pronto, desde distintas trincheras políticas una ola de apoyo hacia la comunidad cajamarquina se puso en marcha, la consigna: "¡Ni un muerto más!" fue enarbolada por grupos diferentes -ambientalistas, universitarios, periodistas, etc.- que no compartían entre sí ideales políticos, y que además sentían una clara necesidad de expresar su descontento. Lo interesante y llamativo de esta situación es que antes de que la noticia llegara a Lima, estas personas tenían posturas indefinidas respecto de lo que Conga representaba, de hecho hoy, después de que la tormenta ha pasado, los mismos parecen no haber llegado a ningún curso de acción; sin embargo, las muestras de solidaridad fueron inmediatas en ese momento y las víctimas fueron símbolos de la lucha política, tanto los muertos como los heridos.

Las redes sociales permiten tomar contacto casi de forma inmediata con los hechos políticos relevantes, muchas noticias ya vienen con determinados matices de acuerdo a la tienda política a la que pertenezcan los medios de comunicación, de tal forma que hay cierta desconfianza en la sociedad respecto de los hechos que se nos presentan; no obstante, cuando hay heridos, niños, muertos, comunidades originales, mujeres u otros grupos culturales en desventaja, involucrados en los hechos políticos, la comunidad tiende a parcializarse en su lectura de los hechos. La posición más débil en los conflictos sociales se ha ganado el respaldo desde ya de toda la comunidad interesada por el desarrollo político de esta sociedad; pese a nuestras tradiciones autoritarias, nadie admite hoy como posible la muerte ni la represión por parte de la autoridad estatal de ningún integrante de una movilización o cualquier otra forma de expresión política; ciertamente esto es expresión de una cultura política que nos ha costado desarrollar. Pero tan pronto como el conflicto se atenúa -normalmente es el gabinete ministerial el que sacrifica un ministro para tal efecto-, la masa se disuelve, los grupos políticos vuelven a erizarse, y las tensiones aparecen nuevamente en el tapete, el objetivo se ha conseguido y hemos caído en la trampa, nos han escamoteado una vez más la reforma que realmente necesitamos, y los agentes políticos se han legitimado por nuestra falta de articulación de proyectos políticos sólidos. Esa efervescencia ante un terrible suceso político sólo se entiende por el sentimentalismo estéril al que nos hemos acostumbrado para no sentirnos culpables por esa realidad de la que somos parte.

Sentir afección, sentirse conmovido frente al mundo, es el primer contacto que tenemos con nuestro exterior, nos sentimos ligados a la realidad que preexiste, entonces comprendemos que no podemos evitar más esa realidad y sentimos compromisos de distinta índole. Aquel que siente un estado felicitario generalizado desea preservar el statu quo, los grupos conservadores por ejemplo, sienten que las cosas van bien en general y que cambiar las condiciones de juego solo degeneraría aún más la sociedad, es más, el conservador añora de forma nostálgica el pasado y desea regresar a un estado anterior en el que predominaba aun de forma casi totalitaria su esquema de vida correcta. Es por esta razón que muchos grupos de derecha son conservadores en política, las fórmulas de un salvaje libre mercado, del empoderamiento estatal, de una comunidad pía son vistos por estos grupos como ideales incompletos que tuvieron su época de esplendor en el pasado. Por otro lado el que observa injusticias tiene una necesidad de cambio, éste se encuentra dentro del progresismo, que impulsa a la sociedad a dar pasos hacia una realidad distinta, utópica, plural. Los grupos de izquierda estuvieron inicialmente ligados a esta idea, la izquierda ve la realidad y quiere cambiarla, encuentra desigualdades, atropellos y entiende por su tarea la de reestructurar el tejido social. Cierto es que las fórmulas de izquierda más radicales prefieren en este extremo una revolución, que es la destrucción del sistema social preexistente, pero cualquier radicalismo es por supuesto indeseado.

La comunidad de jóvenes profesionales y estudiantes que está atenta al proceso político ha reemplazado de forma escandalosa la reflexión por la empatía y el sentimentalismo más estéril. Tanto si se trata del nuevo vídeo de la marca Perú, como si se trata de muertos en Cajamarca, la respuesta de la comunidad no es una pregunta sólida que pueda desencadenar esfuerzos serios en la resolución del problema de fondo, sino un conjunto de declaraciones afectadas que abultan el peso político de grupos que tienen programas políticos -algunos más descabellados que otros- y que encuentran en esos hechos el material que necesitan para convocar y azuzar a los menos pertrechados con ideas políticas formadas. El sentimentalismo político legitima tanto el conservadurismo de los grupos de derecha más fascistas, como el radicalismo de izquierdas. Valdés y Santos lo saben, y por ello apelan constantemente a esa característica colectiva para legitimar sus acciones políticas. Los medios, que son los maestros del espectáculo, ya solo reconocen al peruano como un ser movido por pasiones al que alimentan con programas del tipo "vidas extremas" o haciendo que un periodista viva con personas en extrema pobreza. Es justamente este sentimentalismo el que engrosa las filas del renovado senderismo, estos chicos probablemente no entiendan bien el proceso político por el que su país ha pasado, probablemente hayan sido alimentados desde pequeños con mucha ira y desprecio por la vida, de tal forma que las muertes ocurridas en los 80 no representen para ellos más que una mera lucha política, que en sus fantasías, solo tendrá su superación en una reconciliación que importa la liberación de Abimael. De otro lado el fujimorato apela constantemente a los sentimientos de gratitud que despertaron en la gente a la que usaron con programas populistas que solo paliaron los problemas económicos sin llegar nunca a resolverlos; es común escuchar entre los defensores de Fujimori el hecho de que en los pueblos más pobres solo se reconozca a este como presidente porque fue el único que llegó hasta ellos, o que cuando se cuestiona la operación Chavín de Huántar, por un asunto de derechos humanos, se empiece a manipular la opinión pública con un espectáculo de llanto.

Solo la reflexión seria y sostenida puede ayudarnos a salir de este entrampamiento en el que estamos, los jóvenes con buenas intenciones no deberían dejarse sorprender por la cultura del sufrimiento, debemos estar más atentos al proceso político, la democracia no es un festival de manifestaciones únicamente, es un espacio en el que podemos ensayar proyectos políticos que respeten nuestra cultura política y derechos individuales básicos. La indignación aproxima nuestras intuiciones a cursos de acción, pero todo lo demás es un trabajo serio y comprometido con los problemas fundamentales, un trabajo que toma años en gestarse como una propuesta seria, la falta de partidos políticos, así como la castración política en las universidades nos ha dejado con muy pocas herramientas para este propósito, aun así hay razones para creer que podemos avanzar en la consolidación de nuestra democracia.

Comentarios

  1. Alessandro Caviglia18 de julio de 2012, 22:30

    Estimado Ronald,

    Comparto la idea de que entre las personas que participan en las redes sociales electrónicas existe una respuesta emotiva respecto de las cuestionesnes morales y políticas.

    Este emotivismo ha sido fomentado por los algunas instituciones que desde los noventa han tenido una gran fuerza en el Perú: la presidencia de la república, los medios de comunicación y los sectores más radicales de derecha de la Iglesia Católica.

    El problema es, como bien lo señalas, es lo pernicioso de ese emotivismo que desconfía de la reflexión en política y en moral, y especialmente en la adhesión irreflexiva a ciertos líderes o instituciones como sucede en el caso del fujimorismo, del Opus Dei y el MOVADEF

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  2. Querido amigo:

    Concuerdo contigo con lo escrito en el último párrafo tu artículo, si me parece que existe una cultura del sufrimiento, heredada en gran parte por la historia en nuestro país y sus constantes traspiés, pero dudo mucho y discrepo contigo cuando dices que mucha gente se mueve por afecciones, por sentimentalismos. Claro los sentimentalismos atraen público la pena e indignación que puede tener un poblador de la costa frente a lo que sucede en la sierra le puede llevar a este tipo de situaciones aún sin darse cuenta del modo en que contribuye al hecho solo indignándose y no haciendo algo mas; evidentemente esto no sirve de mucho mas que para engrosar la larga lista de titulares a vender en lo diarios y todo se vuelve a convertir en solo rechazo a lo sucedido en Cajamarca o Bagua. La gente dice Baguazo nunca mas u otros mas aventureros se animan y dicen Conga no va; pero todo esto para mi solo tiene una palabra y no es precisamente sentimentalismo o afección, sino ignorancia. El ciudadano de a pie es ignorante, ahora que cabe entender por ignorante, bueno frente a esto antes tenemos que saber que ignorantes somos todos eso es evidente nadie nunca lo ha dejado de ser si, pero con respecto al tema hablamos de una ignorancia con el deber ciudadano; es decir el ciudadano no mueve muchas fichas para informarse sobre lo que pasa en su país y esto es algo que sucede normalmente en todo el mundo, muchos aducirán falta de tiempo pero esto es un deber que todo ciudadano debe tener, la información permite un mejor control del poder así como motiva la denuncia y la acción participativa, como la rendición de cuentas a alguna autoridad municipal, el detalle esta en saber si realmente les importa informarse, lamentablemente a la gran mayoría no, es por eso que algunos podemos hablar con autoridad en una conversación por que leemos, pero ahora el detalle tampoco está en leer por leer sino en tratar de obtener una fuente adecuada de información que conlleve, y ahí si coincido contigo, a la reflexión. Lo que sucede usualmente es que no consultamos la fuentes de información sino que nos informamos por opinión, mas no por tratar de contrastación, alguien podría decir pero si yo vivo en Lima como voy a tratar de contrastar lo que sucede en Juliaca, bueno justamente existen diversos canales de información como la radio y las páginas web de los diarios o quizás de informativos que como en el caso del semanario de Cesar Hildebrant ofrecen alguna información con credibilidad, los mismo que se venden en cualquier quisco o quizás la página de IDL. Como verás no es difícil informarse así de dejamos susceptibilidades de lado y no le damos paso a la ignorancia, yo creo que es la ignorancia y no la susceptibilidad la que nos lleva a a juzgar las situaciones que no conocemos y las redes sociales se han convertido en la ignorancia mas insultante que uno a podido conocer, mas que opiniones parecen ser sentimientos impotentes vomitado o expectorados a la hora de insultar o juzgar, basta ver con los insultos que sufrió la señorita que se presento al programa dominical de Beto Ortiz, leer los comentarios deben ser realmente un festín para cualquier psicólogo. Se dice que uno de los males del siglo 21 serán los de la cabeza y las múltiples enfermedades mentales que se pueden tener por la demasiada basura informativa que existe en el exterior, que asume el ser humano o que lo tiene que soportar si o si. Entonces finalizo con que se trata de información para combatir la ignorancia y así tener un mejor control sobre nuestras autoridades informarse mejor y así obtener una mejor reflexión.
    Michell.

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